Es curioso, por no decir aterrador, lo que pueden cambiar las cosas en unas pocas líneas. No muchas. Dos. Tres. Cuatro como mucho. La noche y el día. El hola y el adiós. El nunca y el siempre. Todo o nada. Y son solo eso, líneas de un texto. Unas cuantas palabrejas juntas, un par de signos de interrogación, una coma, algún punto y ya. Todo eso, que parece insignificante, lo cambia todo.
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