lunes, 25 de septiembre de 2017

Una breve nota que escribí hace casi un año que viene bien rememorar, el tiempo todo lo cura y da una perspectiva imprescindible de las cosas. Ahí va.

M, sí, M, no voy a ponerte nombre en estas líneas, sé que tú lo mereces y yo lo necesito pero el mundo es un pañuelo y aunque quienes nos conozcan sabrán de sobra que somos nosotros, siempre quedará la duda de si me estoy refieririendo a ti.

Hoy voy a desahogarme tranquilamente, si las lágrimas me lo permiten, mientras el reloj marca una hora a la cual yo debería estar dormido. He intentado iniciar este texto decenas de veces y nunca consigo pasar de la quinta línea, esta vez no será así.

Dicho esto, M, las siguientes frases son para ti. No es que no pueda llamarte o enviarte un correo electrónico o un whatsapp, no, no es eso. Ya está todo hablado y no hay otra solución, ¿verdad? Además, te he prometido que no volvería a contactar contigo y dado que mi cabeza y mi corazón necesitan volcar todo lo que tienen dentro, no he encontrado un lugar mejor donde hacerlo para que, de paso, puedas leerlo algún día. Quizá no lo leas nunca pero al menos quedará dicho, negro sobre blanco, aquí.

Llevo días dándole vueltas a nuestra ruptura. Por un lado me gustaría que esto no fuera real y que volviésemos a estar juntos pero ambos sabemos que eso no ocurrirá. Esta vez es para siempre, no como otras veces. Te he perdido, ya no hay vuelta atrás. Cuesta asumirlo, pero es así. ¿Y sabes una cosa? Tengo miedo. Tengo miedo a aprender a estar sin ti y a ser feliz sin ti, tengo miedo a vivir sin ti, sin recorrer juntos el camino y sin que saltemos juntos cada charco que encontremos durante el mismo. ¿Y sabes otra cosa? No voy a buscar culpables, porque ambos lo somos. Ambos somos responsables de que esto se fuera al carajo. Cierto es que el statu quo era insostenible, demasiados años separados, Irlanda, Madrid, Barcelona, Algeciras... Tú me dirás que apostaste por nosotros pero que en Barcelona no podías cumplir tus sueños. Yo te diré que me quedé en Barcelona para terminar lo que había empezado y volver a Madrid con las herramientas que nos permitiesen montar nuestro proyecto de vida. Tú me dirás que podía haberme ido al Sur contigo y buscar algo y yo te diré que sin estar colegiado era una insensatez, por no hablar de que aunque yo me hubiera ido contigo, tu te hubieras movido al año siguiente a otro instituto. Al final lo único viable era encontrarse en Madrid y punto. Ambos lo sabemos y ese era el plan. Lo malo es que yo he tardado demasiado en volver y tú ya te has buscado la vida en el Sur y ahora no quieres perder lo que has conseguido allí. Un cúmulo de circunstancias, fruto de nuestras decisiones, que nos han llevado a un callejón sin salida. Me da mucha rabia que las circunstancias no hayan sido otras y que no hayamos podido borrar los kilómetros que nos separaban. Siempre tendré la duda de si esto hubiera funcionado viviendo en la misma ciudad. Ya nunca lo sabremos.

Me quedo con todo lo bueno que nos ha pasado, todo lo que hemos aprendido y todo lo que hemos reído. Me has ayudado mucho en los malos momentos, siempre he encontrado en ti un apoyo, me has quitado miedos y te he enseñado mis cicatrices. Eso ya no nos lo quitará nadie y queda entre nosotros para siempre. Gracias por compartir conmigo estos años.

Sé que necesitabas irte de casa, salir de ese pozo al que llamabas hogar y volar. Me alegra saber que, en una pequeña parte, he contribuido a que dieras ese paso. Ya has conseguido tu sueño, el de dedicarte a la enseñanza y sé que serás una gran profesora que cambiará, para mejor, la vida de centenares de niños. No hace falta que te diga que eres un ejemplo, una luchadora y que siempre te he admirado. Siento no poder estar a tu lado para verte disfrutar de ese sueño y saborear junto a ti todos tus éxitos.

Te deseo lo mejor, de corazón. Sé feliz.

Te voy a echar de menos, mucho.

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