miércoles, 23 de febrero de 2011

Que no se nos olvide

Yo no había nacido, lo poco que sé lo leí en los libros de historia. Pero no por ello deja de ser algo importante para mí. Un día como hoy, hace 30 años, un grupo de militares pretendió silenciar la voz del pueblo y tomar por la fuerza las riendas de España. Por fortuna no lo consiguieron, pero trajo a la memoria los fantasmas del pasado a una democracia que apenas había comenzado. 

La libertad tarda mucho en conquistarse y muy poco en desplomarse. En un pequeño instante todo se va al traste. Mi generación ha tenido suerte. Muchos, antes que nosotros, se han dejado la piel para que yo y muchos otros como yo podamos disfrutar de esos derechos y libertades que han costado sangre, sudor y lágrimas. 
No me voy a poner sentimental, pero quizá se nos olvida con demasiada facilidad la suerte que tenemos. Generaciones enteras han luchado por cosas que ahora disfrutamos y no les damos importancia. Nos hemos vuelto conformistas. Vivimos bien, no tenemos grandes preocupaciones. Por suerte no hemos tenido que luchar para quitarnos de encima a ningún tirano, ni se ha puesto en jaque nuestra libertad. Eso nos ha hecho más dóciles ante las injusticias, como si estuviéramos anestesiados, mirándonos el ombligo. 
Esto no consiste en echar una papeleta en la urna cada cuatro años y volver a sentarse a ver la tele. Lo siento, así no funciona. Exige un esfuerzo diario, luchar, denunciar, protestar para poco a poco mejorar. Las injusticias siguen existiendo, el fuerte machaca al débil, el rico al pobre, el grande al pequeño y ejemplos de esto los tenemos a diario. Creo que debemos ser más inconformistas, más soñadores, más luchadores. Tenemos que ponernos el listón bien alto y hacer de este mundo un sitio mejor. Se lo debemos a aquellos que lucharon por ello en el pasado, pero sobretodo, a aquellos que están por llegar. Que no se nos olvide.

martes, 22 de febrero de 2011

La historia de Kong Nyong





No es una estrella del cine, ni cantante, ni un gran empresario, tampoco un deportista de élite. Y tampoco le hace falta, esta fotografía en la que aparece es conocida en todo el mundo y se convirtió en todo un icono de la lucha contra el hambre. 
En marzo de 1993, el fotógrafo sudafricano Kevin Carter viajó a Sudán, por aquel entonces un país desgarrado por la guerra y la hambruna, tomó una pequeña avioneta que le llevó a la aldea de Ayod, al sur del país. Allí fue donde encontró a Kong Nyong, por entonces un niño sudanés víctima del hambre como tantos otros miles, y donde le tomó una terrible fotografía que le mereció el Premio Pulitzer en 1994. La fotografía fue publicada en el New York Times el 26 de marzo de 1993, y desde el primer momento causó un gran impacto, cientos de personas contactaron con el periódico preguntando por el destino del niño (entonces se creía que era una niña, de hecho la fotografía se tituló "La niña y el buitre"). Muchos lo dieron por muerto, creyendo que finalmente el buitre se hizo con él. A Kevin Carter le llovieron las críticas acusándolo de abandonar a la pobre criatura a su suerte. La imagen dio la vuelta al mundo, creando un profundo debate y despertando la conciencia de miles de personas sobre el hambre en el mundo. 
Lo cierto es que aquel niño no murió aquel día, después de 18 años sabemos qué fue lo que le ocurrió. Recientemente unos periodistas del diario El Mundo viajaron a Ayod con la intención de averiguar el paradero del famoso niño. Contactaron con la familia del muchacho a través de Mary Nyaluak, una mujer que repartía comida aquel día. El padre de Kong identificó a su hijo en la fotografía y afirmó que su hijo superó la hambruna pero unas fiebres acabaron con él hace cuatro años.

domingo, 20 de febrero de 2011

Miradas


 Era un mañana gris, él llegaba tarde. Rápidamente entró en el metro, sacó el billete y se dirigió al andén. El tren llegó a los pocos minutos, curiosamente no estaba abarrotado como de costumbre. No había asientos vacíos así que se quedó cerca de la puerta.
Había dormido poco, el sueño se apoderaba de él. Para evitarlo Carlos sacó un libro y empezó a leer, al levantar la cabeza se fijó en la gente que le rodeaba. Una señora que leía una revista del corazón, un joven que escuchaba música a todo volumen, un anciano con el rostro cansado ojeaba con curiosidad el periódico. Personas que no conocía pero que compartían con él el trayecto todas las mañanas hasta la universidad. Estaba a punto de volver a su lectura cuando sus miradas se cruzaron. Nunca la había visto, era morena, delgada, con una mirada penetrante, misteriosa. Carlos apartó bruscamente su mirada, ella también. Él intentó concentrarse de nuevo en el libro pero no pudo. Volvió a mirar, ella le sonrió y sin decir ni una palabra se fue.
Nunca volvió a verla, pero desde entonces cada día, cada mañana Carlos busca esos ojos que le hicieron soñar.

jueves, 17 de febrero de 2011

La guerra

    REUTERS/ FINBARR O'REILLY

"La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero que no se matan." Erich Hartmann, piloto alemán en la Segunda Guerra Mundial.