Yo no había nacido, lo poco que sé lo leí en los libros de historia. Pero no por ello deja de ser algo importante para mí. Un día como hoy, hace 30 años, un grupo de militares pretendió silenciar la voz del pueblo y tomar por la fuerza las riendas de España. Por fortuna no lo consiguieron, pero trajo a la memoria los fantasmas del pasado a una democracia que apenas había comenzado.
La libertad tarda mucho en conquistarse y muy poco en desplomarse. En un pequeño instante todo se va al traste. Mi generación ha tenido suerte. Muchos, antes que nosotros, se han dejado la piel para que yo y muchos otros como yo podamos disfrutar de esos derechos y libertades que han costado sangre, sudor y lágrimas.
No me voy a poner sentimental, pero quizá se nos olvida con demasiada facilidad la suerte que tenemos. Generaciones enteras han luchado por cosas que ahora disfrutamos y no les damos importancia. Nos hemos vuelto conformistas. Vivimos bien, no tenemos grandes preocupaciones. Por suerte no hemos tenido que luchar para quitarnos de encima a ningún tirano, ni se ha puesto en jaque nuestra libertad. Eso nos ha hecho más dóciles ante las injusticias, como si estuviéramos anestesiados, mirándonos el ombligo.
Esto no consiste en echar una papeleta en la urna cada cuatro años y volver a sentarse a ver la tele. Lo siento, así no funciona. Exige un esfuerzo diario, luchar, denunciar, protestar para poco a poco mejorar. Las injusticias siguen existiendo, el fuerte machaca al débil, el rico al pobre, el grande al pequeño y ejemplos de esto los tenemos a diario. Creo que debemos ser más inconformistas, más soñadores, más luchadores. Tenemos que ponernos el listón bien alto y hacer de este mundo un sitio mejor. Se lo debemos a aquellos que lucharon por ello en el pasado, pero sobretodo, a aquellos que están por llegar. Que no se nos olvide.