Hoy, 4 de abril, se celebra el día internacional contra las minas antipersonal. Hoy es un día para recordar a los miles de víctimas que en cada rincón del mundo sufren este terrible problema. Aprovechando la ocasión también es imprescindible lanzar un grito de indignación y rabia por el uso actual de estas armas por parte de numerosos países.
Las minas antipersonal son un tipo de artefacto explosivo especialmente perverso. Están diseñadas para herir o mutilar al pobre infeliz que se cruza en su camino. Se utilizan en conflictos armados para colapsar los servicios médicos del enemigo: un herido es mucho más difícil y caro de mantener que un muerto y encima se le pone fuera de combate a él y a quien le socorre. Del mismo modo, estas armas tienen un efecto psicológico terrible en los soldados y degradan la moral de la tropa de manera muy eficaz. Las minas antipersonal se convierten en una verdadera arma de destrucción masiva y causan víctimas muchos años después de ser instaladas y, sobretodo, lo que las hace verdaderamente dañinas es que la inmensa mayoría de sus víctimas son civiles, siendo especialmente vulnerables los niños que no saben reconocerlas y se exponen a un grave peligro.
Como he dicho antes, el verdadero peligro de las minas antipersonal es que permanecen activas durante años y es precisamente después de los conflictos cuando suponen un terrible peligro para las poblaciones puesto que la inmensa mayoría de las víctimas se producen después de haber concluido la guerra. Si a esto sumamos el hecho de que dichas minas hacen que caminos y campos de cultivo queden inservibles hasta que se realizan las operaciones de desminado, los efectos sobre la población civil se multiplican. Además, el desminado de amplias zonas es enormemente caro y lento, requiere de equipos y personal cualificado.
Aún quedan en activo varios millones de minas antipersonal a lo largo y ancho del mundo. Los países más afectados son Afganistán (entre 5 y 7 millones de minas), Angola (6 millones), Camboya (entre 4 y 6 millones), Bosnia (un millón de minas) y varios otros como Mozambique, Irak, Sahara Occidental, Colombia...
Pese a sus terribles efectos todavía existen países que continúan teniendo millones y millones de minas en sus arsenales (se calcula que poseen un stock de entre 180 y 185 millones de minas antipersonal), entre los que destacan grandes potencias como Estados Unidos, China, Rusia y otros países como Irán, Israel, Marruecos, Arabia Saudí, Cuba o la India.
Afortunadamente se han conseguido importantes avances en las últimas décadas. En 1999 entró en vigor la Convención sobre la prohibición de minas antipersonal, también conocido como el Tratado de Ottawa. Este tratado internacional de desarme prohibe el uso, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonales y promueve la destrucción de las ya existentes. A fecha de hoy este tratado ha sido firmado por 156 países pero aún son 37 países (entre ellos las principales potencias militares del planeta) los que no han firmado.
Esperemos que continúen estos avances y que cada vez más países se comprometan a no utilizar estos artefactos y podamos tener un mundo libre de minas antipersonales. Para ello es necesario presionar a los gobiernos para que prohíban su producción y distribución y se comprometan a destruir sus arsenales.
Finalmente, las minas antipersonales son sólo la punta del iceberg, existen muchas otras armas ampliamente utilizadas cuyos efectos son nefastos para la población civil como por ejemplo las bombas de racimo.
Campaña Remángate llevada a cabo en Colombia:
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