lunes, 1 de agosto de 2011

Otra vez no

Año 2011, siglo XXI. Hemos llegado a la Luna, tenemos armas para destruir varias veces la tierra, hemos inventado aviones que viajan a la velocidad del sonido, la tecnología está por todas partes, dominamos el mundo. Ninguna otra especie nos puede hacer sombra. El Hombre ha conseguido cosas impensables. Somos la única especie que ha conseguido semejante nivel de poder sobre nuestro entorno. Por eso me parece inconcebible que se den aún casos como el siguiente. El pasado 20 de julio Naciones Unidas declaró oficialmente la hambruna en el sur de Somalia y algunas regiones de Etiopía y Kenia. La gente se muere de hambre. La última declaración de hambruna ocurrió hace más de treinta años. Desde entonces se tenía la certeza de que una situación similar no volvería a ocurrir gracias a algunos instrumentos puestos en marcha como el Programa Mundial de Alimentos, las mejoras en las técnicas agrícolas y en el almacenamiento de las cosechas, la presencia de organizaciones humanitarias, la coordinación entre las administraciones locales. Pero no, por desgracia otra vez vuelve a repetirse la historia. Otra vez. Y ojalá sea la última. Están amenazados por esta crisis alimentaria unos diez millones de personas, de momento ya han muerto más de 10.000 personas, y la tasa de mortalidad ha subido al 7,4 por cada 10.000 personas por día. Los más amenazados son los niños y ya representan la mayoría de las víctimas. La malnutrición infantil se ha disparado, los hospitales y centros de  salud están desbordados. Miles de refugiados empiezan a huir de las zonas afectadas por la hambruna, los campos de refugiados están por encima de su capacidad y la situación irá a peor. Las organizaciones humanitarias exigen una urgente actuación por parte de las naciones ricas para paliar los efectos de la hambruna.


The FEWS Net  projection for crisis levels in Eastern Africa from July to September, based on current levels of response

¿Cómo es posible que aún ocurran cosas así? La terrible sequía que azota la región ha reducido las cosechas a polvo, los precios de los alimentos se han disparado y la población no tiene acceso a los alimentos más básicos. El agua potable escasea y el ganado muere. Además hay que añadir la inestabilidad que existe en todo el Cuerno de África, sobretodo en Somalia donde la guerra lleva años siendo parte de la vida cotidiana. Los enfrentamientos son frecuentes en aquella zona impidiendo el reparto de ayuda y el trabajo del personal sanitario.
Hasta ahora la respuesta de la comunidad internacional ha sido tibia. Las organizaciones humanitarias estiman que se necesitan unos 1.600 millones de dolares para paliar la catástrofe, de momento solamente se ha conseguido la mitad de esa cantidad. Se puso en marcha hace unos días un puente aéreo humanitario en Mogadiscio, la capital de Somalia. De nuevo, al igual que en el pasado, los países ricos miran a otro lado. Otra vez no. No lo podemos permitir. No puede ser que haya gente muriéndose de hambre y que en el otro lado del mundo paguemos por costosos tratamientos adelgazantes, gimnasios, liposucciones o tiremos toneladas de comida a la basura. Algo no funciona bien en este mundo en el que vivimos. No quiero un mundo así. Como decía Mafalda: "Paren el mundo que me quiero bajar." 

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